“No seas sabio en exceso, ¿para qué destruirte?”, advierte el Eclesiastés. Y Bartók y Béla Balázs, el libretista, ateos redomados, no sólo se hicieron la misma reflexión a través de Maeterlinck y Perrault, de cuyas plumas partieron, sino que además la instalaron sobre un escenario con toda la parafernalia teatral a su servicio: trama argumental, palabra poética, espacio dramático, personajes, decorados, luces, figurines... Y musical, naturalmente, aunque aquí el aparato quede reducido a lo estri...
jueves, 1 de julio de 2010